miércoles, 18 de abril de 2012

Malvinas: Testimonio de Nicolás Kasanzew

Nicolás Kasanzew, la cara de la TV en la guerra
Fue el periodista que cubrió para ATC y quiso luchar en las islas; "Los kelpers me querían matar", señaló; imágenes emblemáticas
 
Por Mauricio Caminos | LA NACION 




El día que la Argentina recuperó las islas Malvinas a Nicolás Kasanzew le cambió la vida. "Fue una alegría nacional, pero una depresión personal. La guerra estaba por comenzar y yo me la había perdido", recuerda que pensó cuando su amigo Víctor Sueiro lo despertó para contarle la noticia. Su sueño era estar ahí. Como argentino, como periodista o como soldado, pero estar ahí. Sin embargo, el transcurso del día le daría una sorpresa mayor. 



De traje y corbata, Kasanzew se presentó la mañana del 2 de abril de 1982 en el edificio del por entonces llamado ATC (Argentina Televisora Color), como lo habían citado. "Reconocieron mi talento", se dijo a sí mismo el periodista de origen ruso, que trabajaba en la televisión desde hacía cuatro años y ya había pasado por esa señal en 1980. Estaba convencido de que iba a grabar el anuncio de su regreso al canal. 

"El productor me recontrató a sabiendas de lo que se venía, pero yo no. Me dijo que tenía que ir a Malvinas en ese momento", explica Kasanzew. 

"Fue el pico de mi vida como profesional y como argentino. Pagué y seguiré pagando un alto precio por ello", dice en esta entrevista con LA NACION, a 30 años de la guerra, el hombre que fue conocido como "la cara de Malvinas". 

Cuando llegué a Malvinas pedí armas para luchar. Antes que periodista, yo era argentino. 
Kasanzew vive hoy con su mujer y sus hijos en Miami, donde es productor de televisión freelance porque -según dice- en la Argentina fue "prohibido" después de la guerra. Defiende a los soldados (publicó dos libros sobre la guerra y editó dos discos con canciones titulados "Quijotes de Malvinas"), critica a los generales de la dictadura y asegura que el material periodístico que recogió en el archipiélago fue censurado en un "90 por ciento". 

LLEGAR A MALVINAS 

Kasanzew no fue el único periodista que cubrió la guerra (la agencia Télam envió a dos cronistas y a dos fotógrafos), pero sí el único a quien los argentinos vieron por televisión. 

"Luego de hablar con el productor de ATC, me fui a Comodoro Rivadavia con lo que tenía puesto. Allá me compre una camperita, me morí de frío hasta que el coronel [Mohamed Alí] Seineldín me regaló una campera que era de un soldado inglés. Todavía la tengo", acota. 

-¿Por qué cree que lo eligieron a usted para ir a la guerra? 
-Puedo decir que fue una causalidad. Todo lo que uno desea se cumple. Yo quería cubrir una guerra, aunque desde chico soñaba con ser almirante de la flota que recuperara las islas. Digamos que se combinaron ambas cosas. 

-Usted no sabía que iba a ir a la guerra, pero terminó convirtiéndose en "la cara de Malvinas".
-Yo no hubiera trascendido tanto si hubieran ido más periodistas. [El gobernador en las islas, Mario Benjamín] Menéndez pidió que haya mucha gente: tenía decidido que no iba a pelear en serio y quería testigos. Y el 3 de abril llegamos a ser 40 periodistas, pero después se volvieron. Cuando cerraron los viajes, el 29, yo decidí que no iba a volver al continente y me quedé. 

-¿Qué fue lo primero que hizo cuando llegó a las islas? 
-Con mi camarógrafo, Alfrelo Lamela, pedimos armas para luchar. Antes que periodista, yo era argentino. Pero se nos rieron en la cara. "Si a vos te dan armas, yo me entierro y no salgo más", me dijo un oficial. 


EL TRABAJO PERIODÍSTICO 

Kasanzew no consiguió pelear en la guerra, pero sí participó a su manera. En una oportunidad, el 12 de junio, estaba filmando un combate de artillería cuando el jefe de la Batería A del grupo de Artillería 3, Luis Antonio Caballero, le permitió disparar un cañón. "Fue el momento más feliz en mi vida -asegura-. Creo que fue un disparo simbólico por los 200.000 voluntarios que se anotaron para ir a la guerra, aunque dejaron ir a muy pocos". 

Malvinas fue el pico de mi vida como profesional y como argentino. Pagué y seguiré pagando un alto precio por ello 
Dos semanas antes, el 30 de mayo, Kasanzew trasmitió en vivo por la televisión local la noticia de que la Argentina había atacado el portaaviones inglés "Invencible". "Leí un cable de Télam, primero en español y después en inglés. Los kelpers me querían matar". 

-Ellos no lo querían en Malvinas. 
-Vivía en una posada kelper y entrevisté a varios, pero la relación era hostil. Ellos colaboraban con los soldados ingleses: tenían radios, armas y estaban en contacto con su flota. 

-¿Cómo fue cubrir una guerra para la televisión? 
-Sentía mucha adrenalina. Cuando había una alerta roja, todo se metían adentro del pozo y nosotros salíamos para filmar. Me sentía tremendamente vivo. 

-¿Podía filmar lo que quería? 
-Era muy difícil y frustrante lidiar con la censura militar que me habían impuesto. No se podía filmar libremente, y lo que grababa en gran parte me lo borraban. Como teníamos un oficial del Ejército que siempre nos seguía, íbamos al aeropuerto, donde la Fuerza Aérea nos dejaba mover sin problemas. 

-¿Cuánto de lo que filmó fue censurado? 
-El 90 por ciento de lo que grabamos y enviamos al continente nunca se emitió y fue destruido. No teníamos retorno de lo que mandábamos y tampoco podíamos leer los medios. 

"ATERRORIZAJE" 

Kasanzew se fue de las islas la noche del 13 junio, horas antes de la capitulación argentina. No quería ver la bandera británica flamear en Malvinas. 

Cuando se enteró de que Menéndez firmaría la rendición pidió subir al buque Almirante Irízar, pero se lo negaron. No sabía qué hacer, hasta que un suboficial de la Fuerza Aérea le contó que un avión Hércules estaba por partir del aeropuerto. 

El periodista y su camarógrafo consiguieron subir a bordo, mientras la aeronave encendía sus motores. Volaron al ras del agua, bajo fuego enemigo, y cuando las luces se encendieron a las dos horas, en el piso del Hércules había vómitos. Al lado de Kasanzew, un suboficial sostenía un arma, dispuesto a suicidarse si el avión caía al mar. "Nunca recé con tanto fervor el Padre Nuestro y el Ave María -admite-. Todos los pilotos del Hércules deberían ser reconocidos como héroes: funcionaban como señuelos para atraer a los Harriers, y aterrizar en Malvinas generó un nuevo vocablo: aterrorizaje". 

-¿Cómo vio a los soldados? 
-Los soldados combatieron contra un enemigo formidable y contra elementos climáticos durísimos, y no se los ha reconocido. Se siguen agitando ideas falaces como la de los famosos "chicos de la guerra", que la Argentina fue la agresora o que todo fue culpa de un general borracho [por el entonces presidente, Leopoldo Galtieri]. Así se mata el autoestima de los ex combatientes. 

-¿Ir a la guerra no fue decisión de la Junta Militar? 
-Los generales no quisieron la guerra, hicieron un amague, un "toco y me voy"... Y por eso mandaron tropas mal preparadas. El pueblo plebiscitó la guerra en la Plaza [de Mayo] y los militares pisaron el palito de la provocación de Inglaterra. El Proceso saboteó el esfuerzo bélico argentino: coincidió cronológicamente con la guerra, pero fue su antítesis. 

-¿Cuál fue el papel de los altos mandos en Malvinas? 
-Ningún general se jugó para pasar a la historia. Ninguno murió porque no visitaban ni las trincheras. Menéndez jamás pisó la turba y los soldados nunca le vieron la cara. 

-¿Sufrieron los soldados? 
-Pasaban hambre, frío y desabastecimiento. En parte por las condiciones de la guerra, y en parte por la desidia de Menéndez, que les prohibió carnear a las ovejas de los kelpers o comprar en los supermercados. Yo los ayudaba como podía y los sentía como hermanos menores. 

-¿Usted fue acusado de venderles cigarrillos? 
-Fue una difamación lanzada por el servicio de inteligencia del Ejército cuando empecé a escribir un libro. Como creían que iba a dejarlos muy mal parado a los generales, me pintaron como un canalla. Yo cobraba el equivalente a 10.000 dólares por mi trabajo, así que es irrisorio pensar que me importaba quedarme con las pocas monedas de algunos soldados. 

-Pero cuando volvió al continente, ¿pudo trabajar? 
-Con altibajos, hasta que debí irme en 1990. Malvinas fue el pico de mi vida como profesional y como argentino, y pagué y seguiré pagando un precio alto por ello. Cuando volví de la guerra, el gobierno militar me prohibió y luego [Raúl] Alfonsín me negó el derecho a trabajar. Todos los canales eran del Estado y mi cara recordaba lo que fue Malvinas. 

-¿El gobierno quería ocultar la guerra? 
-Aquel gobierno y todos los gobiernos que vinieron después. Se oculta porque hay una necesidad política e ideológica de seguir demonizando a las Fuerzas Armadas en pleno. Una guerra es lo peor que le puede pasar a un pueblo, pero hay que tener Fuerzas Armadas justamente para no ir a la guerra. 

-A casi 30 años, ¿volvería a las islas? 
-No me interesa volver y que me sellen el pasaporte como extranjero. Si tengo que hacerlo, que sea en una lancha de desembarco

La Nación

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